Monday, March 2, 2009

LOS AMANTES CANÍBALES (EXTRACTO)


(El siguiente es un fragmento de la próxima novela, a publicarse el 2010).




En 1985, Emilio Ovalle tiene diecisiete años, el pelo castaño aclarado por los frecuentes viajes a la playa y el aspecto de alguien que no ha dormido en tres meses o que se ha pasado la vida durmiendo. Fuma mucho y habla poco, y a pesar de las ojeras y algunas espinillas en la frente, a pesar de la camisa verde manchada con pequeñas gotas de vino tinto y una pequeña cicatriz en la barbilla, el tipo inspira cierta confianza. Hay algo aterradoramente vulnerable en su actitud.
Nos sentamos los tres a mirar la televisión. Nadie habla. Susana me mira de reojo. Sé lo que pretende. Quiere que me vaya a acostar para que Emilio Ovalle le toque las tetas. Pero esta noche ya no tengo sueño y ni ella ni Emilio Ovalle van a salirse con la suya.
- ¿Por qué no le muestras tus cuadernos?
Susana sabe cómo provocarme. Cada vez que no obedezco alguna de sus órdenes recurre a lo mismo: los cuadernos.
Emilio me mira y sonríe.
- ¿Qué cuadernos?
- Son como sus diarios de vida.
Me enfurezco. Emilio Ovalle tiene siete meses más que yo, pero ya le sale barba y pelos en las axilas y sabe conducir y acariciar las tetas monstruosas de mi hermana. A su lado parezco un púber.
-No es un diario de vida- sentencio -es una colección.
-¿Qué coleccionas?- Emilio me observa, interesado.
-Afiches- explico- Recorto los afiches de películas que salen en el diario y los pego en este cuaderno.
Tenía 8 años cuando vi Encuentros cercanos del tercer tipo. Fuimos con mi mamá y mi hermana al cine Ducal, en el centro. A Susana y a mí nos encantó. Mi mamá se quedó dormida. Cuando volvimos a la casa, tarde en la noche, mi madre sacó unas salchichas del refrigerador. Estaban envueltas en papel de diario, compradas en el almacén de doña Yulisa. El envoltorio quedó sobre la mesa de la cocina. Observé el pedazo del diario y entonces vi el afiche de Encuentros cercanos.... Esa noche no comí salchichas y decidí que iniciaría mi colección, el tesoro máximo de mi adolescencia, la primera demostración de que Baltazar Durán podía ser un enclenque y un lampiño, pero que estaba diseñado para grandes logros en la vida, para pugnas, ambiciones y proyectos gigantescos.
Desde esa ocasión, todos los días pasaba por el almacén de doña Yulisa a buscar diarios antiguos para recortar. En mi casa sólo nos llega el diario los domingo.
Emilio toma mi cuaderno y lo abre. No disimula en lo más mínimo su interés.
-Ese es el último que tengo- informo- son veintidós.
Le muestro la caja donde guardo los otros cuadernos. Advierto que hay una brecha de dos meses en dos años distintos producto de un fatídico viaje a la playa donde no pude conseguir diarios. Me fijo que revisa con especial atención los afiches de Los cuerpos presentan violencia carnal (también conocida como Torso) y Toda desnudez será castigada, películas italianas que no he visto porque la censura maldita de este país de mierda las han calificado como Estrictamente Para Mayores de 21 Años y No Recomendable Para Señoritas.
-Está mala la tele- reclama Susana, mirando con asco un programa de entrevistas donde hay un mago, una vedette, un humorista y una actriz de telenovelas mal peinada. Todos hablan al mismo tiempo.
-Cámbiala al 13, dan “Cine de Ultima Función”.
Obedezco al invitado. Muevo la perilla de plástico del selector de canales. En el canal 7 dan una película de acción con George Peppard, el de Los Magníficos. No me gustan las películas de acción. Cambio de nuevo. En el canal 13, un cura con aspecto de morir en los próximos dos minutos está dando las palabras al cierre, que siempre me dan pena y un poco de terror.
-Ya pasó “Cine de Última Función”- me quejo.
Vuelvo al selector de canales, pero algo se rompe y me quedo con la perilla en la mano. Susana frunce el ceño.
-Pendejo manos de hacha, ¿qué hiciste?- grita.
-Yo no la rompí, estaba rota de antes.
-El viejo te va a matar.
-Podemos arreglarlo- se ofrece Emilio.
Emilio se acerca, toma la perilla plástica y trata de acomodarla en su sitio. Manipula el selector de canales, pero en la pantalla el sacerdote continúa su programa, muy entusiasmado.
- "San Lucas 8, versículo 16 al 18: Nada oculto que no haya de ser manifestado. Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz. Porque no hay nada oculto que no haya de ser manifestado, ni escondido que no haya de ser conocido y de salir a la luz".
Emilio mueve la perilla del selector de canales. Lo hace con extrema precisión. El sacerdote levanta la mirada de la lectura y observa a la cámara. Luego de una breve nieve televisiva, el canal se cambia a otra estación. Es el canal 5. Emilio observa, impávido, de pie ante el televisor.
En la pantalla de 14 pulgadas del televisor en blanco y negro, una rubia platinada desciende por unas amplias escaleras. A su alrededor todo es majestuoso. Muchos años después, luego de ver de nuevo la misma película en una mala copia en VHS, descubriría que además de majestuoso, todo es rojo. Pese a la pobre transmisión de canal 5, todos los colores se ven asombrosamente brillantes, incluso en blanco y negro.
-Es Kim Novak- dice Emilio Ovalle.
Susana me mira, orgullosa por el nivel intelectual de su nueva conquista.
-No he visto esa película- fue lo único que atiné a decir- ¿esta es antes o después de Psicosis?- pregunto.
-Después- aclara Emilio Ovalle acercándose a la pantalla del televisor, como atraído por una fuerza extrema y superior.
- Super vieja. ¿Quién es esa galla? – pregunta Susana.
Ni Emilio ni yo respondemos. Susana insiste:
-¿De qué se trata la película? – pregunta.
-No sé- responde Emilio, con sin cierta frustración- Nunca la he visto… Pero he leído mucho sobre ella. La dirige Robert Aldrich, el de Los doce del patíbulo.
-¿Robert Aldrich?- pregunto, interesado.
-También hizo ¿Qué pasó con Baby Jane?- me explica Emilio Ovalle-, con Bette Davis y Joan Craword.
-¿Cómo se llama esta película?
Emilio Ovalle se queda inmóvil, con los ojos muy abiertos. Aunque no lo conozco en lo más mínimo puedo adivinar que en su cabeza se activa un sistema complejo, un mecanismo donde están guardados títulos, años, nombres y géneros cinematográficos. Mi pregunta es un verdadero desafío a su sistema.
-No me acuerdo.
La película se llamaba La leyenda de Lylah Claire.
Pasé dos semanas bajo un estado de obsesión perpetua. Me costó muchísimo llegar a la verdad. Al inicio de mi búsqueda sólo manejaba dos datos, dos nombres: Kim Novak y Robert Aldrich. El gordo Oñate me dijo que su mamá tenía unas revistas Ecrán guardadas en la casa. Pasé varias tardes en la casa del gordo Oñate, pero además de tomar litros de leche chocolatada y un par de datos ni remotamente cercanos a la película, no conseguí nada más. Sacrifiqué varias horas de tiempo libre, que debería haber dedicado a estudiar Historia de Chile, por ejemplo, asignatura donde no me destaco particularmente como buen alumno, encerrado en un helado salón de la Biblioteca Nacional. Llené medio cuaderno de Biología con datos, conexiones y detalles intrascendentes, como, por ejemplo, cuántos años tenía Kim Novak al momento de filmar Vértigo o qué películas dirigió el famoso Robert Aldrich antes de trabajar con Kim Novak. Ni siquiera sabía cómo se escribía Aldrich. ¿Aldrich, Aldresh o Haldrich?
Considerada como un rotundo fracaso comercial y de crítica al momento de su estreno, en 1968, La leyenda de Lylah Claire es un vehículo para el lucimiento de una alicaída Kim Novak en un rol doble: el de una actriz tipo Greta Garbo fallecida veinte años atrás y la actriz novata que debe interpretarla en una mega biografía producida por un hombre deschavetado. La cinta de Aldrich no sólo recibió críticas macabras en cada lugar donde fue estrenada, además sepultó más o menos definitivamente la carrera de Kim Novak, condenándola a un puñado de apariciones televisivas. Conocida como la respuesta a Marylin Monroe, la Novak jamás fue una actriz de carácter, aunque sus interpretaciones en Picnic, Vértigo y Servidumbre humana, basada en la novela de Somerset Maugham, hayan sido profusamente elogiadas.


(Largamente esperada por una legión de fanáticos de la película de culto homónima de 1968, dirigida por Robert Aldrich, este inexplicable remake no hace sino confirmar dos cosas: que el original ya era innecesario y que la sensibilidad del director Todd Haynes ha mutado de manera extraordinaria desde los tiempos de Safe y Velvet goldmine, dos obras maestras del cine de la década del 90. Una avejentada Kim Basinger, a años luz de su Oscar por la recordada actuación de Los angeles al desnudo, probablemente lo único recordable de su carrera, interpreta a la Lylah del título, una actriz muerta en misteriosas circunstancias, y también a otra actriz joven que debe interpretarla en su biografía. Visualmente, la película es irreprochable incluso cuando la imaginería de Haynes llega a límites empalagosos, como en los interminables flashbacks que filma como si fueran una añeja publicidad de jabón LUX. Conocida es la fascinación del cineasta por épocas pretéritas, en especial los 50, década que le sirvió para homenajear a Douglas Sirk y filmar una de sus películas más maduras, Lejos del cielo (Far from heaven). Sin embargo, en esta oportunidad, las obsesiones del director traicionan, primero, la verosimilitud y el estilo del relato, y luego, la paciencia del espectador poco preparado para un melodrama camp, bizarro y desigual. Un improbable Sunset boulevard en clave glam. LA LEYENDA DE LYLAH CLAIRE (The legend of Lylah Claire) Dirigida por Todd Haynes. Con Kim Basinger, Mark Ruffalo, Jennifer Jason Leigh y Anthony Hopkins. DECEPCIONANTE).


Mientras alucinaba con Lylah Claire, Kim Novak y otras películas dirigidas por Robert Aldrich, el tórrido romance entre Emilio Ovalle y mi hermana se hizo más o menos oficial. Cada dos o tres días, Susana se encerraba por un par de horas en el baño de la casa. Aparecía con su habitual exceso de maquillaje y unos aros colgantes, lista para correr a la plaza cercana a la villa y encontrarse con su amor. Otras veces, cuando mi madre se acostaba temprano y mi padre tenía sus reuniones de apoderados, Emilio Ovalle llegaba a la casa con unas cervezas y cigarrillos, listo para ver cualquier cosa por televisión. Susana se había enamorado completamente de él.
Durante dos meses vimos dieciocho películas. En Super Premiere Universal nos encontramos con Fin de semana sangriento (Death weekend), con Brenda Vaccaro, de terror, sobre un grupo de delincuentes que asalta una casa junto a un lago . La película estaba muy cortada, pero la disfrutamos los tres. Susana terminó encerrada en el baño, con ataque de nervios. En Canal 13, algunos días después, vimos Aeropuerto 77, también con Brenda Vaccaro. Emilio y yo llegamos a la conclusión de que los dos estábamos enamorados de Brenda Vaccaro. Susana la encontraba fea.
Un mal día, o mejor dicho, una mala noche, Canal 13 decidió exhibir Rocky, la película de 1976 protagonizada por Sylvester Stallone y dirigida por un tal John Avildsen. Emilio ya la había visto en el cine, pero Susana armó una estrategia infalible para sacar a mis padres de la casa y organizar una función. En el almacén de doña Yulisa compró una botella de pisco, una Coca-cola y dos cajetillas de cigarros. Habló con la Meche Chica, una amiga suya del 22C, para convidarla al festejo y se preocupó de obligar a su mamá, la Meche Grande, de que invitara a mi madre a comer papas rellenas.
A las nueve en punto, justo cuando estaban comenzando las noticias, la Meche Chica llegó con una fuente de papas rellenas de regalo. Mi madre se despidió con una sonrisa en los labios y bajó a la casa de la vecina.
-¿Cómo es el chiquillo?
-Churro. Ya lo vas a conocer. ¿Sí o no que es estupendo, Baltazar?
No respondo. La Meche Chica enciende el horno para calentar las papas rellenas. Falta media hora para que empiece Rocky cuando suena el timbre. Emilio aparece con otra botella de pisco y, según sus propias palabras, un regalo para amenizar la jornada. Imagino una torta o una caja de bombones.
-Te quedas bien callado, pendejo, ni una palabra a nadie- me ordena Susana mientras abre un paquete. Emilio la observa, divertido, mientras saca un pequeño pedazo de papel de su bolsillo.
Es la primera vez que fumo. Antes había probado los cigarrillos, jamás la marihuana. Cuando comienza la película estoy sumergido en un sueño.
La cámara desciende sobre nosotros. Estoy sentado en el suelo. En el único sillón frente al televisor están la Meche Chica, Susana y Emilio. Sylvester Stallone ocupa las 14 pulgadas del televisor. Emilio observa la pantalla con aire ausente, sonriendo en los momentos más dramáticos de la vida Rocky y apenas acariciando suavemente el muslo desnudo de mi hermana, cubierto sólo por la transparente tela de su falda. La Meche Chica se queda dormida a la media hora de película y apoya sus pies descalzos sobre mi cuello. A la Meche Chica le gusta toquetearme cuando puede, me imagino que por expresa petición de mi hermana. Debo destacar que no me gusta en lo más mínimo nada de la Meche Chica ni de ninguna otra mujer que no sea Cybill Sheperd o Brenda Vaccaro.
Antes del final de Rocky, Susana se levanta del sillón y corre hacia el baño. Emilio Ovalle la sigue, pero ella toma de un brazo a la Meche Chica y la empuja hacia el interior. La puerta se cierra. Susana grita que no nos preocupemos por ella. Un minuto después escuchamos sus arcadas.
Emilio Ovalle y yo nos quedamos mirando el desenlace de Rocky. A ninguno de los dos nos gusta demasiado y cuando por fin se acaba nos enfrascamos en una feroz discusión sobre cómo se hacen estas películas en Hollywood. Emilio Ovalle se queja de que se ha perdido el cine de los setenta, los autores, los géneros, los riesgos. Por la codicia de los grandes estudios ya no existen nuevas generaciones en el cine americano. Por cada Fitzcarraldo hay que soportar cien Rocky o Gandhi. ¿A quién le importa la historia de un boxeador ítalo-americano? ¿Chabrol, Truffaut, Godard, alguno de la Nouvelle Vague hubiera dirigido algo así? ¿Quién es John G. Avildsen?
-John G. Avildsen se ganó un Oscar como Mejor Director por Rocky- le informo.
Emilio Ovalle sonríe, se bebe al seco los restos de su cuarta piscola y me dice que dejemos a las mujeres solas. Luego de acostar a Susana en su cama y de acompañar a la Meche Chica a la puerta de su casa, Emilio Ovalle y yo nos subimos a su auto, un Volkswagen escarabajo verde oscuro. Huele a marihuana y en el suelo hay libros y cuadernos. Dice que estudia publicidad, pero que ha decidido congelar la carrera por un año para irse de viaje. Apenas cumpla los dieciocho planea tener una larga conversación con su madre hasta convencerla de que divida en doce meses su porcentaje de la herencia de su padre para pagar sus estudios en el extranjero. Le gustaría irse a Nueva York, por Taxi driver, o a París, por Jean Seberg en Sin aliento. El problema es que Emilio Ovalle no habla inglés ni francés, aunque sabe decir correctamente el nombre de algunas películas, como Alice doesn’t live here anymore o A bout de souffle. Hasta ese momento, yo no he visto ninguna de las dos y eso me arruina el resto de la noche. A pesar de haber dedicado dos tercios de mi vida a las películas, Emilio Ovalle me hace sentir ignorante. Y, lo que es peor, pendejo. Si fuera mayor que yo quizás no me importaría, pero la situación es aún más grave al considerar que tenemos prácticamente la misma edad.
-El viernes estrenan Martes 13 Capítulo final – me informa mientras tomamos cervezas en un bar de Vicuña Mackenna.
Me quedo callado. Maldigo mi vida.
-¿Viste la primera?- me pregunta.
-No he visto ninguna.
Emilio Ovalle se limpia la comisura de los labios con una servilleta, deja su jarra de cerveza y me congela con la mirada. Se pierde por un rato en alguna parte de mi rostro, como esperando una respuesta o una explicación. Durante el resto de nuestras vidas esta mirada se repetirá una y otra vez, idéntica, indeleble al paso del tiempo, las distancias y la violencia.
-¿Me estás hueveando? ¿No has visto ninguna Martes 13?
-No.
-Son todas parecidas, pero deberías haber visto la primera, por lo menos.
-No pude.
-¿Por qué no?
-Son para mayores de 21.
-¿Y qué importa?
-No me dejan entrar.
-Tienes cara de guagua, pero déjate barba hasta el viernes y tratamos de entrar al Astor.
No sé cómo explicarle a Emilio Ovalle que ocho días no son suficientes. Faltan por lo menos un par de años para darme un lujo como una barba y así poder engañar al sistema. Imagino la cara del boletero del cine, la misma cara que he visto tantas veces en tantos cines distintos del centro. Muéstrame tu carnet de identidad. La película es estrictamente para mayores de 21. Los afiches brillan en las marquesinas. No te puedo dejar entrar, mira, aquí dice clarito. Sólo mayores de 21. Desde el interior de la sala a la que no entraré se escucha la obertura musical de El mundo al instante. Imposible, ¿no ves que los inspectores del Consejo se pueden aparecer en cualquier momento? Ya me pasaron una multa la otra vez por la misma tontera.
En mi desgracia de cinéfilo precoz ya hay dos grandes enemigos. Uno es mi metabolismo tardío, que me ha privado de vellos y rasgos de adolescente. El otro es el maldito Consejo de Calificación Cinematográfica o, a partir de ahora, CCC, y que me ha privado de ver un centenar de películas. El CCC es un organismo de la dictadura compuesto por un grupo de ancianos y ancianas entre los que se cuentan miembros de distintos círculos públicos y privados, lo que en términos prácticos se resume a un montón de viejos momios y con olor a naftalina dedicados a calificar películas que jamás verán. Entre sus reuniones siempre hay un cura y un militar. Toda esta información la obtuve gracias a mi hermano Fernando, el único comprometido políticamente de la familia.
-¿Tu hermano es comunacho?- me interroga Emilio.
-No sé- respondo- un poco.
-Me cargan los comunachos. Lo único que saben hacer es quejarse, matar gente y comerse guaguas.
-Que yo sepa mi hermano nunca ha matado a nadie.
El viernes siguiente, Susana y yo estamos a las tres en punto en la esquina de Alameda con Santa Rosa. Nos juntamos después del liceo para comer algo en el Café Colonia y después encontrarnos con Emilio, que tenía como misión sacar tres entradas para el rotativo en el cine Astor de Martes 13: Capítulo final (Friday the 13th: The final chapter). Susana fuma sin parar. Está completamente enamorada. El romance con Emilio lleva sólo un mes pero ella dice que se siente distinta, más madura, totalmente preparada para asumir un compromiso. Razones le sobran para estar contenta. Emilio Ovalle es simpático, me dice, con un completo rebosante de mayonesa en la mano, inteligente, culto, pero por sobre todas las cosas lo que más le llama la atención a Susana es su educación. Se nota que estudió en colegio particular. Es un caballero por donde lo miren. Tan distinto a los otros atorrantes con los que salía antes de conocerlo. Es tal su caballerosidad que a veces a Susana le gustaría hablar con él y pedirle que no la cuide tanto, que no la trate tan bien, que no se despida sólo con un besito en la boca, sino con algo más, un toqueteo, una caricia, una mano en la cintura. Está tan acostumbrada a las patadas, los combos y los manoseos de los rotos mugrientos que ha conocido que, claro, sin aviso aparece en su vida un hombre de verdad, un príncipe de cuento infantil que la protege como nadie nunca la había protegido, que la atiende como a Cleopatra, que la convida a salir y le compra cigarros y le paga la cuenta de las fuentes de soda, entonces ella se caga de susto porque cree que le están metiendo el dedo en la boca.
-El Emilio te quiere- le digo.
-¿Y tú cómo sabes?- se altera- ¿Te dijo algo?
-No me dijo nada, pero se le nota. Te quiere, Susi. Con esas medias tetas, ¿cómo no te va a querer?
-Y eso que apenas las ha tocado, el huevón- sonríe ella mientras se acomoda el sostén.
Nos reímos. Observo a Susana por un momento. No hace falta preguntarle. Con una mirada obtengo una respuesta a lo que quiero saber. Susana confiesa que hasta para eso, el sexo, Emilio Ovalle es un perfecto caballero. Durante el último mes no han tenido muchas oportunidades de estar solos porque Emilio vive con su mamá y ella, bueno, ella tiene que armar sus estrategias cada vez que quiere invitar a alguien a la casa. Han estado juntos en el sillón, en el Volkswagen y en la plaza cercana a la villa, pero todavía no se ha concretado ninguna de las fantasías que mi hermana tiene en mente. La última vez, la del Volkswagen, ella le bajó los pantalones hasta las rodillas y lo tocó por encima del calzoncillo.
-No me cuentes más- le ordeno.
-¿Por qué no? Eres mi hermano, eres hombre y ya estás grande para entender algunas cosas.
Susana continúa. La cámara que registra su monólogo se aleja en lento zoom back entre las mesas del Colonia. Su voz inunda el salón bajo el sol de las cinco de la tarde. Pronto volveremos a estas imágenes.
Llegamos al cine cinco minutos antes del final de la función anterior. Susana quiere entrar, pero Emilio Ovalle se lo prohíbe: no podemos ver el final primero y después el comienzo, no por lo menos en una película de terror. Susana lo besa ansiosamente junto a un afiche de Rock de sangre. Tiemblo. Estoy seguro que, pese a haberme puesto mi ropa más adulta en el baño del liceo, todavía sigo viéndome como como lo que soy, un torpe pendejo con problemas de inseguridad aún incapacitado para hacer lo que se le dé la gana porque su cara es la de un preadolescente.
-Sus entradas, por favor- nos detiene el boletero del Astor.
Emilio Ovalle me mira de reojo y, en un solo gesto, me pide que tenga calma, que no me mueva, que no diga ni haga absolutamente nada.
-¿A qué hora es la última función?- le pregunta al boletero.
-Como a las siete y media empieza.
-¿Y esa es la última?
-No, todavía nos queda la última, que parte como un cuarto para las diez y termina a las once y media justas.
El boletero corta nuestros tickets. Susana avanza hacia la sala, veo sus botas negras taconeando frente a mí, Emilio Ovalle me empuja suavemente con la mano, doy un paso, doy otro y en ese instante veo el brazo del boletero que me interrumpe el paso.
-Su carnet, joven. La película es para mayores de 21.

Monday, September 15, 2008

RECONSTRUCCIÓN


Este blog está momentáneamente abandonado por razones de calendario. La pulsión de escribir sobre películas baratas ha sido interrumpida debido a que no he tenido tiempo ni ganas de ver más películas baratas. O sea, he visto cosas alucinantes, como Sucedió en el internado, del gran Emilio Vieyra, con unas chicas de pocos escrúpulos siendo masacradas en un colegio, pero además de contar que está hecha por dos pesos y con un elenco de cuarta categoría, no se me ocurre más que decir. La razón de todo esto es otra obsesión llamada Baby shower y que, a diferencia de la película de Vieyra y de los demás títulos comentados "con displicencia" (como dijo alguien en alguna parte sobre mi irregularidad blogística), Baby shower tiene una particularidad: es mi película. Y la versión número 6 del guión tiene la foto del afiche de una película que nunca vi llamada The nesting (y no The nest, esa es El nido, que fue editada en VHS en los 80).
Saludos. Más cosas, en breve.

Wednesday, April 23, 2008

LOS NIÑOS NO DEBERÍAN JUGAR CON COSAS MUERTAS



Más títulos provocadores. Jesús Franco con su clásico de 1980 conocido mundialmente como White Cannibal Queen o simplemente Cannibals. Aún no le he visto, pero dicen que es una de las películas menos incoherentes del responsable de Vampyros Lesbos. La putrefacción del star system según Kenneth Anger en Hollywood Babylon (1972), un documental de pésima factura basado en el libro de chismes del mismo autor. Se trata de una seguidilla de sketches y recreaciones de los grandes escándalos de los años 30, todo con una voz en off insufrible y un acento en el sexo, las drogas y los accidentes automovilísticos. Vale la pena sólo como rareza.

Bob Clark, autor de la últimamente muy nombrada Black Christimas (cuyo remake, Black Xmas, no tiene nada de despreciable), dirigió un par de títulos de terror y luego devino en lo que los brasileros llaman la pornochanchada. Instauró la veta de chicos imbéciles+humor grueso+mujeres sin ropa para Porky's y su franquicia. Children shouldn't play with dead things (1972) es un título que durante muchos años he perseguido. Parece que tiene de todo.

Y por último, ¿cómo olvidarla? En 1983, a propósito de su estreno, hice un dibujo de Marc Singer en esta película y lo mandé al programa Séptimo Arte, de canal 11. Me acuerdo que lo mostraron en cámara. Vi la película dos veces en el Santa Lucía y sólo ahora, veinticinco años más tarde, me doy cuenta que está dirigido por...Don Coscarelli!!!!! Bienvenidos a la fantasís histórica cutre de El señor de las bestias (o The Beastmaster).

Saturday, April 19, 2008

GASTROENTERITIS


Luego de vomitar durante cuatro horas seguidas (no sé si por sobredosis de Primer Plano o por un ceviche) anoche terminé en la clínica. Me pusieron suero y me devolvieron para la casa. Acabo de ver Nail Gun Massacre y es mala. Tiene una cosa harcore en el trato hacia las mujeres, en la manera en que los directores presentan un universo femenino. La historia se origina en una violación en manada. La víctima es una jovencita y los victimarios, un grupo de obreros de la construcción. Todo esto en el corazón de Texas. El asunto es que los responsables del delito comienzan a morir, uno por uno, de la misma manera: clavados. Un asesino de uniforme, casco, y premunido con una pistola de clavos automática, asesina a unas 15 personas durante la película, incluyendo, por cierto, gente que no tiene absolutamente nada que ver con la historia central y que sólo pasaba por ahí al momento de un crimen. Entre asesinato y asesinato hay un detective con chaqueta de mezclilla que se devana los sesos pensando quién puede estar detrás de la masacre. Sólo hacia el tercer acto de esta obra maestra de la mediocridad, el pavo policía suma dos más dos y concluye que... ¡oh!, esto puede ser una venganza. Hacia el final lógicamente la asesina no es la mujer violada (que se ha recuperado perfectamente del abuso), sino su padre, encarnado por un actor de 25 años con el pelo falsamente encanecido. Pobre, bastarda e ideal para un sábado de convalecencia.

Friday, April 18, 2008

¿QUIÉN NO AMA A BRENDA VACCARO?



No más e-Bay.
No más Amazon.
No más Sazuma.
Bienvenidos sean esos pequeños archivos que tantas alegrías nos dan a diario. Se bajan a tu escritorio en un abrir y cerrar de ojos y luego, por arte de magia, se convierten en obras maestras del Séptimo Arte.
Ok. No le hace bien a la industria el download. La música se ha ido a la mierda (especialmente en Chile, donde nadie compra discos porque, siendo bien francos, no hay disquerías, sólo la impresentable Feria del Disco con sus dependientas chuchoqueras y que nunca cachan nada). El cine y la TV intentan proteger sus obras con derechos cada vez más rigurosos (que, por cierto, casi nunca comprometen a los guionistas). Las películas hay que verlas en cine.
La piratería es una lacra. Todo eso es verdad. Pero ¿qué pasa si eres cinéfilo en un país como Chile? ¿Dónde consigues, por ejemplo, The Toolbox Murders, editada en DVD en USA por Blue Underground, si no quieres esperar un mes a que te lo envíen ni pagar 29.990 más shipping & handling? Las distribuidoras locales son lentas, convencionales y, salvo contadas excepciones, tienen mal ojo. Promesas del este, por ejemplo, una obra maestra que se estrena casi un año después que en Estados Unidos. En DVDR, en cambio, estaba disponible hace seis meses. ¿Cómo quieren las distribuidoras evitar la piratería, si se mandan numeritos como ese? No se trata sólo de tener las buenas intenciones de detener la copia y la descarga indiscriminada, además hay que hacer bien la pega y estrenar lo que la gente que quiere ver. O sea, de todo. En la variedad dicen que está el gusto.
Lista de lujos:

PARANOIA (Umberto Lenzi, 1970): También conocida como A quiet place to kill y, en España, el magnífico título de Una droga llamada Helen. La imparable Carroll Baker (que también está en la extraordinaria y demente Cyclone) protagoniza este giallo plagado de detalles y plot twists. Todavía no la veo.

ANTROPOPHAGUS (Joe D'Amato, 1980): El inefable y prolífico Joe D'Amato en su clásico de todos los tiempos, sobre un hombre/caníbal devorando mujeres en una isla llena de turistas. Un título obligatorio para los fanáticos del género, que cuenta con uno de los desenlaces más brutales, innecesarios y desmesurados de la historia del cine. Aka The grim reaper. En Chile tengo la impresión que se estrenó como La isla del devorador de mujeres en algún cine como Nilo, Mayo, Moderno, Maipo o Ideal Cinema. Si alguien lo sabe, por favor, que escriba.

DIARY OF A NYMPHOMANIAC (Jess Franco, 1973): Un título más en la larga filmografía de franco. Correspondiente a su etapa francesa, donde su productor fue Robert De Nesle (aquí la mujer de Nesle es co-guionista...) y en la cual prácticamente no hay títulos interesantes. Es softcore del viejo Jesús, es decir, abre con un show erótico, hay una dominatrix y el propio director aparece en algo más que un cameo. Bastante fome, hay que decirlo.

CONDORMAN (Charles Jarrot, 1981): ¿Quién se acuerda de esta? Sobre un superhéroe eurotrash. La dieron en el cine Huelén. El cine de los niños. Merece un remake urgente. Y actúa Barbara Carrera, mi mala actriz favorita de todos los tiempos.

TRILOGY OF TERROR (Dan Curtis, 1975, TV): Telefilme de suspenso con Karen Black. Sí, la turnia de Aeropuerto. No la he visto, pero es classic shit.

FRENCH SEX MURDERS (Ferdinando Merighi, 1972): Giallo poco inspirado y de rutina, con una serie de extraños asesinatos en un lupanar. O sea, una casa de putas. Anita Ekberg (La dolce vita) es la regordeta y avejentada cabrona. El detective es una mala copia de Humphrey Bogart y da risa. Los asesinatos son vergonzosos. Malísima, pero encantadora. El original se llama Casa d'appuntamento. O sea, casa de putas.

NAILGUN MASSACRE (1985): Roughie extremo. Al minuto 1 una mujer es violada por un grupo de maestros de la construcción. Al minuto 3, un asesino vestido con casco y de traje militar mata a uno de los violadores clavándole la mano a la frente con una máquina de clavos eléctrica. Lo que viene después no lo vi.

MADMAN: Clásico británico de horror. No la he visto aún, pero está considerada como una de los video-nasties, un puñado de títulos prohibidos en Gran Bretaña durante los 70 y 80 y cuyas copias piratas se distribuyeron de manera clandestina por más de una década entre los cinéfilos que rondaban por La Scala, la sala de cineen Londres.

GREY GARDENS: Documental de los hermanos Masley sobre dos mujeres emparentadas con Jackie Kennedy que viven en una casona. El derrumbe de esta propiedad, ubicada en la zona más rica de los Hamptons, es el gran tema de esta verdadera obra maestra para ver un millón de veces.

SHROOMS: Grupito de ingleses va de viaje a Irlanda donde, aparentemente, existen los mejores hongos alucinógenos del orbe. La idea es un viaje de "recolección y consumo", pero, claro, algo sale mal: alguien termina comiendo el Hongo Malo, convirtiéndose en un ser sediento de sangre. Una premisa genial para una película mediocre, sin sorpresas, filmada casi con un manual. Parece que alguien vio High tension.


ANGUISH: Bigas Luna messing with eyeballs. Protagonizada por Zelda Rubinstein, la viejita enana de Poltergeist.

FINAL EXAM (1981): Slasher ochentero sin ton ni son. Lenta como un bolero y bastante convencional.

BARE BEHIND BARS (1980): Oswaldo de Olivera, el amo y señor del boca de lixo paulista de la década de los 70, dirige este women-in-prison con brutalidad y oficio.

SECRET ADMIRER (1985): En los años 80, la cinta de esta película se quedó atrapado en mi Betamax durante meses. Vi Admiradora secreta unas cuarenta veces y puedo decir que ha mejorado con el tiempo. Es una comedia romántica bobalicona protagonizada por C. Thomas Howell, un actor simpático que nunca se convirtió en nada; Lori Laughlin, a quien actualmente podemos ver como mamá en Summerland; y Kelly Preston, que varios años más tarde se convertiría en la señora de John Travolta. Todo gira en torno a una carta que se pierde en un high school gringo. Chick movie.

THE PROWLER (Joseph Zito, 1981): O El Asesino de Rosemary, según la versión chilensis de este clásico slasher que fuera editado por Videomovies en los 80.

STUDENT BODIES (Mickey Rose, 1981): Comedieta de horror en plan Scary movie, pero más ingenua, menos gráfica y bastante más aburrida.

AMOR ESTRANHO AMOR (Walter Hugo Khouri, 1982): O la polémica cinta protagonizada por Xuxa. Cine brasilero exploitation, pero con tintes sociales. Latera, pero curiosa.

ISLAND OF DEATH (Nico Mastorakis, 1975): Otra de las video-nasties inglesas. Se trata de una película de origen griego, dirigida por el artesano Mastorakis (The wind) con su habitual ineptitud. Una pareja llega a la isla de Mykonos. Aparentemente son hermanos y vienen a descansar, pero las cosas se ponen confusas cuando tienen sexo entre ellos y con otras personas. Cada cinco minutos alguien muere, alguien sale desnudo o alguien es humillado, casi siempre de manera sexual. Es un verdadero delirio de mala leche e incluye todas las perversiones sexuales imaginables por la mente humana. Ojo con la escena de la cabra (me refiero a un animal, no a una niña) y con un golden shower totalmente sorpresivo (y que acabo de arruinarle a quien no la haya visto).

MAKE A WISH (2002): Slasher lésbico que todavía no he tenido el tiempo ni la suerte de revisar.

BODY COUNT (Ruggero Deodato, 1987): Siguiendo la moda de Martes 13, The burning, Just before dawn y, en especial, la trilogía de Sleepaway Camp, el italiano Deodato (Holocausto caníbal) se calienta con este bodrio monumental por el que alguna vez estuve a punto de pagar 30 euros. Me alegro de no haberlo hecho.

ALGUIEN TE ESTÁ MIRANDO (Gustavo Cova e Ignacio Maldonado, 1988): Por el título me dio curiosidad esta película argentina. Un grupo de jóvenes se presta para un experimento, desatando el caos. Tiene momentos.

ANGEL (Robert Vincent O'Neill, 1984): Podríamos considerar esta película como un clásico grindhouse chilensis. Estrenada y reestrenada hasta el cansancio en los cines del centro, nunca tuve oportunidad de verla. Hasta ahora. Donna Wilkes tiene 15 años, es una aplicada estudiante de día, pero de noche es prostituta en Hollywood Boulevard. ¿Qué pasa cuando un asesino necrófilo comienza a despachar la fauna de clientes y putingas? Una joyita.

VIOLATION OF THE BITCH (1978): No, no es porno. Es sólo mala. José Ramón Larraz, el mismo de la muy fome Vampyres, dirige esta amalgama pseudo-intelectual y con toques oníricos que al final se hace extremadamente tediosa y hueca. La historia se resume a que una mujer tiene fantasías eróticas con una mujer y un hombre desnudo a caballo.

ALLIGATOR 2: THE MUTATION (1991): Once años después del original, Jon Hess (watch out, dirigió antes Watchers, basada en la novela de Dean R. Koontz) se hace cargo de esta divertida peliculita de cocodrilo-gigante-por-culpa-de-desechos-químicos. Toda película donde actúe Dee Wallace, la mamá de E.T., vale la pena.

UN LADRÓN, UN VIOLADOR Y DOS MUJERES (Gustavo Ghirardi, 1991): El título no podría ser mejor. Esta película se trata justamente de eso, de un ladrón, un violador y dos mujeres, todos espantosamente feos y sobreactuados, que no hacen más que hablar, hablar y hablar. Grabada en video de última factura, es una bazofia sólo recomendable para cinéfilos de cloaca.

DEATH WEEKEND (William Fruet, 1976): Corrían los años 80 y, una noche de sábado, en super premiere universal, dieron esta película llamada en español Fin de semana sangriento. Sólo recuerdo que estaba muy cortada y que actuaba una mujer de cara redonda llamada Brenda Vaccaro. Película fundamental que me ha hecho no sólo descubrir las carreras de Vaccaro y William Fruet, además la puse en Los amantes caníbales (mi novela y el pretexto de este blog).

Wednesday, March 5, 2008

CRIMEN Y CASTIGO


SUPERSTAR: THE KAREN CARPENTER STORY (1987) Dirigida por Todd Haynes. Mediometraje. De distribución prohibida por ley, sólo disponible a través de Google Video o torrents.

Han pasado varios días desde la última vez que escribí y no hay comentarios. Ya nadie pasea por este blog. Supongo que es el castigo por mi ausencia de tantos meses. En fin. Últimamente, he visto más películas que nunca en mi vida. Mi todo lo del Oscar antes de la premiación, sólo me queda Petróleo sangriento. Me gustaron mucho Expiación porque se parece a esas grandes películas de super premiere universal que daban cuando uno era chico y porque el libro de MacEwan es sublima. No importa si la película es un poco pretenciosa y amariconada, se le perdonan incluso sus ambiciones de convertirse en el Casablanca de este siglo. También aluciné con Lust, caution, la excelente cinta de Ang Lee que homenajea de manera directa cierto cine de espías, en un Shangai ocupada, con altas dosis de sexo, dobles traiciones y un puñado de minutos finales dignos de una antología de la tensión. Sin lugar para los débiles me gustó mucho, pero definitivamente me quedo con Cronenberg en Promesas del este, algo así como el lado B de Una historia violenta, nuevamente con el extraordinario Viggo Mortensen, ahora como un BobbaFett ruso y de buen corazón. Viaje a Darjeeling me entusiasmó muchísimo, a pesar de las malas críticas que había leído: Wes Anderson sigue siendo un viejo conocido. Me gustan todas sus películas. Me hacen sentir bien.
En el mercado no-traidicional he encontrado varios títulos sorprendentes. Por alguna extraña razón estoy adicto a Herzog, no me pregunten por qué, pero me trastornó Rescue Dawn, con el imperturbable Christian Bale como un sobreviviente en Laos, durante los últimos años de la guerra de Vietnam, y Enemigo íntimo, un recuento de los odios y amores entre Herzog y su amigo/alter ego, Klaus Kinski.
Un día de estos mi computador colapsó. Tuve que reemplazarlo. Como el nuevo tiene más memoria y todo, me dediqué a investigar el mundo de los torrents. Mala cosa. De esa forma conseguí Superstar, una de las películas que más he querido ver en la vida (y que más tiempo y plata he invertido en conseguir, sin éxito). Actualmente está disponible en Google Video y es la primera película propiamente tal del señor Todd Haynes, responsable de Lejos del cielo, Velvet Goldmine, la extraordinaria Safe y, por cierto el sorprendente biopic de Bob Dylan, I'm not there (cuyo estreno ¿coincidirá o no con la venida de Dylan a Chile, ah?). 
Hay que decir que Superstar es un mediometraje de 43 minutos filmado en 1987. Siguiendo con la obsesión de Haynes por la vida suburbana, nos encontramos aquí con planos que suenan graciosamente similares a los de la vida de Carol en Safe. Casas acomodadas, BBQ parties, tinas de baño con burbujas y, claro, la música de The Carpenters sonando a todo volumen, elevando a esta modesta producción a una órbita extraña, ambigua, a medio camino entre la denuncia sociopolítica o la carcajada sardónica hacia los extremos de la fama. Superstar cuenta,  modo de pseudodocumental, la investigación efectuada sobre la anorexia a partir de la muerte de Karen Carpenter. Se nos revela cómo empezó a cantar junto a su hermano Richard, la ascensión al estrellato, los conflictos con los sellos discográficos y, por cierto, la obsesión con los alimentos de la flacuchenta Karen. Hasta aquí todo suena a una película de Hallmark, pero...¿qué pasaría si todo lo anterior hubiera sido filmado con muñecas Barbie y Ken?
La experiencia de ver Superstar (no confundir con la comedia del mismo nombre) es rara. Uno no sabe si Haynes se está riendo de la anorexia o si está intentando convencernos de que lo suyo es un homenaje respetuoso y preocupado sobre el tema. Lo único concreto son las sensaciones que producen los largos planos de ensoñación, ciertos diálogos ingeniosos y una atmósfera derechamente enrarecida que anticipan lo mejor de este cineasta. Bravo torrents, bravo internet, bravo por mi computador nuevo. Y mal por Richard Carpenter, que hace veintiún años que tiene la película "prohibida para su exhibición y distribución" de manera absoluta.

Friday, February 29, 2008

LA BIBLIA DEL HORROR ORGÁNICO



A L'INTERIEUR (aka Inside) Dirigida por Alexandre Bustillo y Julien Maury. Con Alysson Paradis, Beatrice Dalle, Nathalie Rousell, Ludovic Berthillot, Nicolas Duvauchelle. Disponible en DVD Zona 1 próximamente o en distribuidores no tradicionales.

El otro día llegó a mis manos esta película. La acepté sólo porque actúa Beatrice Dalle y ya saben lo que le ocurrió a mi generación con Beatrice Dalle: vimos Betty Blue cuando éramos muy chicos y, claro, bastó traducir el título original 37,2 en la mañana, para convertirla de inmediato en una musa sexual. Los primeros minutos de Betty Blue son parte de mi antología porno, junto con algunos momentos de El último tango en París o el polvo de Cuerpos ardientes (Body heat, de Lawrence Kasdan).

En A l'interieur (un título enigmático fácilmente confundible con cine-arte), la señora Dalle no aparece desnuda sino bastante tapada, pero nunca antes los huesos de su rostro se vieron más angulosos e impresionantes. Todo en ella proyecta tensión, miseria y locura, los tres ingredientes más reconocibles en esta película demente surgida de la novísima corriente del horror francés. Amparados por el éxito de Alexandre Aja (El despertar del diablo), los realizadores de A l' interieur decidieron filmar algo así como la anti-Juno. Estamos ante una película que toca el tema del aborto, pero no desde el punto de vista meramente sociopolítico, sino desde el aspecto más biológico, el orgánico, el correspondiente a piel, fluidos, sangre, vísceras y tejidos, todos ellos presentes en la cinta desde su chocante secuencia de créditos.

Sarah (Allyson Paradis) tenía cuatro meses de embarazo cuando chocó en auto junto a su marido. El padre de su hijo murió trágicamente y ella tuvo que aperrar sola. Ahora tiene nueve meses, es la noche de Navidad, y se prepara para tener a su hija en las próximas horas. Sola, independiente y aquejada por los recuerdos de su difunta pareja, en medio de la noche Sarah recibe una visita inesperada. Al igual que en High tension, el terror se manifiesta en las horas de descanso, sirviendo como el catalizador para detonar una seguidilla de terrores domésticos que, en este caso, tiñen de sangre todo lo que se mueva. La visita que Sarah no espera es La Femme, una Beatrice Dalle encajada en un impermeable negro y con  muchas ganas de hablar con la dueña de casa. Lo que sigue es, como siempre en estos thriller gore-sicológicos, el baño de sangre, esbozado aquí como un festín donde la simpleza de los recursos y la crueldad de los cineastas para maltratar a sus personajes resulta sencillamente admirable. No se trata de efectismo puro, sino de una verdadera declaración de principios. En A l'interieur todo lo que se puede cortar, se corta, todo lo que se puede clavar, se clava, premisa que se cumple cabalmente hacia el desenlace. La villana interpretada por Dalle dispone de una variada gama de herramientas para torturar a su víctima. No recuerdo imágenes más inquietantes como las que finalmente desencadenan el fin de la lucha entre víctima y victimaria. Sólo puedo decir que el rostro de Beatrice Dalle seguramente ocupará mis pesadillas durante varias noches más. O, al menos, hasta que se estrene el remake de Funny Games, de Michael Haneke, con Naomi Watts.